Por: Fernando César López
No
existe ningún mexicano que no conozca las monedas de su país. Las identificamos
por los signos (números), los colores, el tamaño, el material y, por supuesto
su valor. Prácticamente, las transacciones monetarias están presentes en cada
ámbito de nuestra cotidianidad, y sin embargo, sabemos muy poco de ellas. El
dinero, es un medio de pago que sirve para conseguir productos o servicios que
sean de utilidad para nuestras vidas; francamente, al sacar una moneda(s) del
bolsillo para comprar algo, no te detienes a observarla fijamente, simplemente
observamos el valor que tiene para saber si debemos o no usarla.
¿Quién
diría que llevamos en nuestras carteras, monederos y bolsas un pedazo
importante de nuestra historia?. Un reflejo de quienes somos como país y la
identidad que nos atañe y distingue de otras naciones en el mundo. Nuestras
monedas, sin saberlo, nos revelan la historia que ha sido acuñada dentro de
ellas por aquellos que nos precedieron en este país.
El ancestro con barbas de
plata
Tras
el fin del periodo de la Conquista, México (en aquél entonces Nueva España)
conoció lo que significaba la palabra “dinero”. El mismo sistema monetario que
usa la metrópoli es implantado en todas sus colonias; conocido como octaval, ya
que la denominación de sus monedas se basa en el 8 (es decir, había monedas de
8,4 2, 1 y ½ real principalmente). La
unidad por excelencia de este sistema es el real, cuyo material es la plata.
Dado que México desde un principio se caracterizo por ser una de las colonias
más ricas de España en cuanto a la minería, se funda la Casa de Moneda de
México en el año de 1536, en cuyos
talleres se acuñaron todas las monedas de plata y oro que tendrían una
circulación y popularidad a nivel mundial.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZe4KXEDsIPIeP53NoeRMsY6AmcvDAfkyXWkm0Kr6gTXJmcLHCner7m1e-NyJqpUz4vh_V1AmSoiqk6Z6Yhn_nxyoROT1j-KEQFJRHKMm9PBKcniTBGDs3_34FuNmSBszVirr8zusRRKk/s1600/real+de+a+8.jpg)
Real de a ocho español usada en las colonias españolas
La libertad se vuelve moneda
Desafortunadamente,
las personas de los sectores socio-económicos más bajos jamás vieron esta
enorme riqueza debido a que salía hacia España y el mundo, dejándolos sin
ningún tipo de beneficio. La explotación y opresión en la que vivían estas
clases bajas produjo, en parte, el estallido del movimiento de independencia en
el año de 1810.
Este
conflicto trajo consigo diversas problemáticas: Al estallar la guerra, la
minería se detiene de manera tajante; insurgentes y realistas abandonaron o
derrumbaron varias minas con el fin de que no fueran utilizadas en su
respectivo favor. A su vez, se produjo una enorme baja en la circulación de
monedas por parte de la gente adinerada, que escondía o mandaba sus riquezas
fuera del país.
La
falta de circulación de material y monedas logra que se establezcan de manera
provisional, varios talleres de acuñación por parte de varios grupos
insurgentes que buscaban, sobre todo abastecerse de recursos para poder
financiar y continuar el movimiento.
Muchos de estos talleres fueron establecidos en zonas mineras como Zacatecas,
Guanajuato, San Luis Potosí, Guadalajara, Durango, entre otras.
El ejercito de Morelos por ejemplo, acuñó sus propias monedas debido a la falta de las oficiales, necesarias para obtener alimentos, municiones y soldados (su paga era de 2 reales al día). Muchas de las monedas que acuñó fueron de cobre y poseían un valor fiduciario (su valor no depende del material con el que se fabrica), todas ellas fabricadas en talleres clandestinos y pequeños. Más que una moneda, Morelos fabrica una ideología acuñada en moneda, que se transmite por todo el territorio. La llama insurgente se transmite por medio de la palabra SUD, que significa la insurrección del cura en el sur; el arco y la flecha que simboliza el robo justificado de ganado hacia los hacendados y ricos a manos de los pobres que viven en la miseria; el monograma MO (Morelos) que marcó en varias monedas oficiales en la cara del rey español Fernando VII para representar de manera simbólica la separación de la monarquía y la creación de un Estado independiente por la que propugnaba el líder insurgente. Se establece entonces una guerra psicológica para debilitar a los simpatizantes de la corona.
A
su vez, la famosa Junta de Zitácuaro, el primer gobierno provisional creado en
1811 para suplantar al gobierno español, que es dominado en aquél momento por
Francia, crea, por primera vez, una moneda con el águila coronada y parada
sobre un nopal, que, se encuentra sobre un puente de piedra con la frase “
Fernando VII por la gracia de Dios” . Sin embargo, con la llegada posterior de
Morelos a la junta se produce de manera simbólica el rompimiento definitivo con
España, una verdadera moneda “nacional”, igual que la anterior, solo que, a
diferencia de aquélla, el águila no posee corona y se lee solemnemente
“CONGRESO AMERICANO”.A partir de entonces, el águila se mostrará
imponentemente, en cada moneda posterior, acompañándonos en la larga lucha que
habremos de emprender como incipiente nación. Y aun después de tanto, sigue
siendo el insigne escudo que nos identifica orgullosamente como México.
Moneda acuñada por la Junta de Zitácuaro en 1811
Importancia hoy en día
Importancia hoy en día
Existen,
naturalmente, otros periodos en la historia numismática de nuestro país, sin
embargo, cabe resaltar que tanto el periodo colonial como el insurgente fueron los
más importantes. Ambos marcaron, vincularon y definieron una parte importante
de nuestra historia, a la historia universal. Nadie imaginaría que el frágil
peso mexicano de hoy sea el descendiente de aquel real que llego a dominar el
mundo; dos terceras partes de la plata que había en el globo provenía de
nuestro país; su nombre “el peso” posará a partir del fin de la guerra de
independencia, junto a un águila devorando una serpiente.
Entender
una simple moneda es entender una sociedad, marcada a su vez por una cultura
propia. La presencia de todos estos elementos (lugares, personajes, símbolos y
nombres) que conforman dicha cultura, contenidos en pequeñas piezas de metal,
nos habla de una trascendencia, una persistencia que nos obliga a
identificarnos como seres humanos que comparten un pasado en común. Una historia
que nos representa ante todo, como
mexicanos.