Por : Fernando César López
El mes de Febrero es, especialmente significativo para
nuestro país por la conmemoración, más específicamente el día 24, del más
importante y emblemático lábaro patrio de los tres que poseemos como nación. La
bandera de México es por antonomasia, el símbolo nacional y oficial, más
representativo de nuestro país alrededor del mundo. Emblema de unidad,
identidad y soberanía nacional, no existe probablemente ni un solo mexicano que
no conozca la bandera de su país.
Late vigorosamente en cada vena de nuestro cuerpo al
contemplarla izada en su máximo esplendor, un profundo sentimiento patriótico-nacionalista,
que nos hace sentirnos orgullosos de haber nacido en una gran nación,
recordando a los hechos, sucesos y héroes históricos que “nos dieron
patria”. Desgraciadamente, pese a que, forma parte de nuestra educación
básica en las aulas escolares, pocos recuerdan la historia (y el simbolismo que
surge de ésta) que dio origen a nuestra “enseña patria”.
Los orígenes de nuestra bandera se remontan a la época
prehispánica mucho antes de la llegada de los europeos a tierras del Nuevo
Mundo. La civilización mesoamericana aporta 4 elementos básicos que permanecen
vigentes en nuestra bandera actual: El Altepetl, primer elemento,montaña
sagrada de donde surge la vida; la piedra de fundación,segundo elemento, que no
es sino el corazón del hechicero Copil, del cual surge (según la leyenda) el
tercer elemento, el nopal; y el cuarto, que es el águila, simboliza la representación del pueblo mexica.
Según cuenta la leyenda, los mexicas fundarían su ciudad
(Tenochtitlán) de acuerdo con los designios de su dios principal Huitzilopochtli,
en donde llegarán a encontrar un águila, parada sobre un nopal, luchando con
una serpiente (no devorando, como comúnmente se cree).
Toda esta iconografía característica del pueblo mexica, según algunos estudiosos, representa una justificación de dominio sobre los distintos pueblos que, más
adelante, llegarán a formar parte de su esplendoroso imperio. Una
representación que simboliza el triunfo del pueblo “elegido” (el pueblo mexica,
que es representado por el águila) sobre sus enemigos (la serpiente). La lucha
de los hijos de Huitzilopochtli sobre los conquistados.
Durante la época virreinal, desde el año de 1523, el
emperador Carlos V decidió darle un escudo de armas a la nueva ciudad, el cual
es similar al de los escudos de las ciudades castellanas, salvo por algunos
elementos indígenas que persistieron tras la caída de los mexicas, como las
hojas sueltas del nopal. Sorpresivamente, los ciudadanos rechazaron el nuevo
escudo de armas debido a que no se sentían identificados con él. Gracias a esto
las autoridades colocaron, en el timbre de dicho escudo, el águila prehispánica y la serpiente.
Este famoso escudo estuvo en peligro de desaparecer por
algunas autoridades peninsulares como el famoso virrey Juan de Palafox y
Mendoza, que repudiaba el pasado prehispánico de México y decidió cambiar su ya
mítico símbolo, por un Pegaso, animal mitológico considerado por el propio
Palafox, como un símbolo mucho más cristiano. No obstante, el pueblo volvió a
imponerse y el escudo persistió.
Sin embargo, no se puede hablar de una verdadera insignia
nacional, hasta el año de 1821, año en el que México consuma su independencia
política de España. Es entonces cuando un personaje poco querido por la
historia de México, llamado Agustín de Iturbide, el que proclama de manera oficial
la bandera del primer Imperio Mexicano: Los tres colores significativos (verde,
blanco y rojo), que representan respectivamente la independencia de la nueva
nación, la pureza de la religión católica y la unión entre europeos y
americanos. Al centro, se encontraría el águila coronada, posada sobre un nopal
para representar al imperio de Iturbide.
A partir de este momento, la bandera de nuestro entonces incipiente país, sufrirá algunas modificaciones de notoriedad menor durante todo el transcurso del siglo XIX, como por ejemplo, la posición del águila hacia la izquierda para identificar a los liberales, y a la derecha para los conservadores; asimismo, representará al segundo imperio, sostenido económicamente por el gobierno francés de Napoleón III. Nuevamente, es coronada el águila mexicana, pero añadiendo esta vez, otro elemento europeo: el escudo de armas de Maximiliano de Habsburgo. Cabe mencionar que, con el gobierno del presidente Juárez, el significado de los colores cambia nuevamente: verde, que significa la esperanza; blanco, que significa la unidad y rojo, que representa la sangre de los héroes nacionales.
A partir de este momento, la bandera de nuestro entonces incipiente país, sufrirá algunas modificaciones de notoriedad menor durante todo el transcurso del siglo XIX, como por ejemplo, la posición del águila hacia la izquierda para identificar a los liberales, y a la derecha para los conservadores; asimismo, representará al segundo imperio, sostenido económicamente por el gobierno francés de Napoleón III. Nuevamente, es coronada el águila mexicana, pero añadiendo esta vez, otro elemento europeo: el escudo de armas de Maximiliano de Habsburgo. Cabe mencionar que, con el gobierno del presidente Juárez, el significado de los colores cambia nuevamente: verde, que significa la esperanza; blanco, que significa la unidad y rojo, que representa la sangre de los héroes nacionales.
Ya en el siglo XX, Carranza decretaría la forma oficial
del escudo, sufriendo en esta etapa variaciones casi imperceptibles hasta el
día de 17 de Septiembre de 1968, año en el que Gustavo Díaz Ordaz decreta la
forma actual de nuestro lábaro.
Desde el 24 de Febrero de 1941, con la inauguración por parte del presidente Manuel Ávila Camacho del primer monumento a la bandera
construido en Toluca, se celebra de manera oficial este acto solemne que nos
recuerda (o debería recordar) a cada uno de los habitantes de este país, que la
bandera es no solo un sello distintivo de nuestro Estado; sino también un
reflejo, dentro de cada elemento que la conforma, del pasado
político, social y por consiguiente, cultural de nuestra nación. Como todo en
México, la bandera es el producto de un sincretismo entre la civilización
europea e indígena, principalmente.
La bandera nos recuerda todos los días
que nosotros, como pueblo, debemos encarnar los valores que representa,
especialmente la unidad y fraternidad, para lograr sobreponerse a las
adversidades de todos los días y avanzar como hijos y herederos que somos, de
una hermosa nación llamada México.
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