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domingo, 2 de marzo de 2014

¿Para qué la Historia?


Por: Fernando César López
Todo estudiante, independientemente de que haya estado o esté en escuela pública o privada, ha llevado alguna vez en su vida clases de historia. Aquella asignatura que resulta, para algunos, tediosa, aburrida e insignificante por la cantidad de acontecimientos, fechas y nombres pasados que se deben recordar si es que se desea aprobar la materia. Por estas mismas razones, la aberración a la historia puede alcanzar incluso, niveles abrumadores. Su estudio se ha llegado a considerar inecesario por muchos ya que, supuestamente, es una pérdida de tiempo dedicar esfuerzo y recursos a la investigación y recopilación de sucesos que ya acontecieron y, que en nada contribuyen al progreso del hombre, el cual siempre debe ver hacia el presente y, posteriormente, mirar hacia el futuro.
Obviamente, esta es una aseveración errónea, una gran falacia que persiste en nuestras sociedades. Primero que nada, es importante definir a la historia como la ciencia social que estudia los hechos y procesos pasados que involucran al ser humano desde la invención de la escritura. Se encarga de analizar la evolución, el desarrollo y el progreso del hombre a través del tiempo. A primera vista, no parece tener mayor trascendencia y sin embargo, este concepto es elemental para definirnos a nosotros mismos como raza humana.
Estudiar historia significa conocer profundamente los diversos hechos de índole político, económico, social, espiritual y cultural que han acontecido y confluido a lo largo de los años y, que resultan imprescindibles para comprender los distintos elementos que conforman a la humanidad. La historia no debe ser vista como la simple memorización de innumerables hechos pasados, sino que, a través de una revisión minuciosa y detallada de cada uno de los mismos, poder incitar a la gestación de juicios y opiniones que generen, por consiguiente, un razonamiento que proviene del llamado proceso cognoscitivo. 



El análisis y reflexión de estos distintos hechos nos permite comprender perfectamente nuestro presente para convertirnos, por consecuencia, en seres con pensamiento crítico, conscientes de la realidad que circunda el entorno (sociedad) en el que habitamos y transformarlo de manera que podamos generar un cambio positivo. Es importante y preciso estudiar los distintos fenómenos históricos desde todas sus perspectivas y enfoques posibles de modo que nos permita la mayor objetividad posible a la hora realizar una interpretación histórica.
Nos permite conocer y fortalecer las virtudes así como desaparecer las debilidades de este mismo entorno, de modo que se logre un desarrollo propicio de todos los seres humanos en conjunto o, dicho de otra forma, mejorar nuestro futuro partiendo del conocimiento de nuestra situación presente y los errores del pasado. Pero más importante aún, funge como cohesionador social que ayuda a reivindicarnos como parte de una nación poseedora de una identidad y cultura propias, única, como todas las demás.  
Esta ciencia social es inherente a la verdad. La simple mención de esta palabra implica partir de este momento, que la historia puede transformarse en un arma muy poderosa. Varios regímenes, gobiernos, dictaduras e incluso grupos religiosos a lo largo del tiempo, como por ejemplo, los Gobiernos Priistas del siglo XX en México, el Nazismo en Alemania, o distintos grupos religiosos como la Iglesia Católica, han entendido esto a la perfección, de manera que han logrado justificar su poder y control gracias a la ignorancia en la que han mantenido a sus respectivos pueblos. Se han encargado de transmitir verdades a medias y falsedades abominables que cumplen la función de favorecer sus intereses y  que nada tienen que ver con la realidad. 
No es necesario ser un gran erudito o doctor para empezar a comprender esta problemática; por esta misma razón es tan importante el fomento a la lectura. El mundo de los libros lleva consigo inefables tesoros y virtudes para quién los lee. Las virtudes enriquecedoras que proporciona el conocimiento y la información son acaso de las más importantes que podemos llegar a aprehender. Nos enseña una panorámica distinta, una realidad diferente, que difiere incluso de las que nos presentan los diversos medios de comunicación masiva. Hay que recordar siempre que un pueblo culto es un pueblo libre. Aquel que tiene la información, tiene el poder. 
El estudio de la historia te brinda precisamente las armas para no ser parte de una masa, sino ser miembro de una colectividad pensante, que se cuestione todos los días el por qué de las cosas y no se quede únicamente con la información que recibimos todos los días.
La historia, como toda ciencia social, es un proceso que fluye y se transforma constantemente, de modo que nuestro presente, a la vez que es el resultado de un evolución que se ha formado durante mucho tiempo, es también una proceso en sí que dará forma a otro hecho histórico. El hombre al ser consciente de si mismo y de la realidad que lo rodea, se convierte en un ser histórico, que comprende su acontecer pasado y presente de todos los días. Cada ser vivo forma parte de la historia y esta forma parte de nosotros. 
Es incorrecto suponer que la  historia es estática y ajena a los hombres. Contrario a lo que algunos puedan suponer, la historia no sólo se encuentra en archivos, documentos o libros empolvados por los estragos del tiempo y del olvido; la historia despierta, respira, camina y habla todos los días. Nosotros la creamos todos los días. Nosotros somos la historia misma. Transcurre sin detenerse nunca  y el hombre, pese a esto, va en retroceso continuo en muchos aspectos. Los sucesos diarios alrededor del mundo tristemente lo confirman. 

Para concluir dejo al lector esta reflexiva frase de Adolf Hitler: “Quizás la más grande y mejor lección de la historia, es que nadie aprendió las lecciones de la historia.”





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