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viernes, 28 de febrero de 2014

Historia de un símbolo



Por : Fernando César López

El mes de Febrero es, especialmente significativo para nuestro país por la conmemoración, más específicamente el día 24, del más importante y emblemático lábaro patrio de los tres que poseemos como nación. La bandera de México es por antonomasia, el símbolo nacional y oficial, más representativo de nuestro país alrededor del mundo. Emblema de unidad, identidad y soberanía nacional, no existe probablemente ni un solo mexicano que no conozca la bandera de su país.

Late vigorosamente en cada vena de nuestro cuerpo al contemplarla izada en su máximo esplendor, un profundo sentimiento patriótico-nacionalista, que nos hace sentirnos orgullosos de haber nacido en una gran nación, recordando a los hechos, sucesos y héroes  históricos que “nos dieron patria”. Desgraciadamente,  pese a que, forma parte de nuestra educación básica en las aulas escolares, pocos recuerdan la historia (y el simbolismo que surge de ésta) que dio origen a nuestra “enseña patria”.




Los orígenes de nuestra bandera se remontan a la época prehispánica mucho antes de la llegada de los europeos a tierras del Nuevo Mundo. La civilización mesoamericana aporta 4 elementos básicos que permanecen vigentes en nuestra bandera actual: El Altepetl, primer elemento,montaña sagrada de donde surge la vida; la piedra de fundación,segundo elemento, que no es sino el corazón del hechicero Copil, del cual surge (según la leyenda) el tercer elemento, el nopal;  y el cuarto, que es el águila, simboliza la representación del pueblo mexica. 

La serpiente,aunque resulte difícil de creerlo, no es un elemento presente en ningún códice o texto de orígen prehispánico, pero, curiosamente,está ya presente en códices de la época colonial como el Códice Aubin o el Códice Durán. Por lo tanto, es posible que sea un elemento agregado por los europeos.

Según cuenta la leyenda, los mexicas fundarían su ciudad (Tenochtitlán) de acuerdo con los designios de su dios principal Huitzilopochtli, en donde llegarán a encontrar un águila, parada sobre un nopal, luchando con una serpiente (no devorando, como comúnmente se cree).

Toda esta iconografía característica del pueblo mexica, según algunos estudiosos, representa una justificación de dominio sobre los distintos pueblos que, más adelante, llegarán a formar parte de su esplendoroso imperio. Una representación que simboliza el triunfo del pueblo “elegido” (el pueblo mexica, que es representado por el águila) sobre sus enemigos (la serpiente). La lucha de los hijos de Huitzilopochtli sobre los conquistados.

Durante la época virreinal, desde el año de 1523, el emperador Carlos V decidió darle un escudo de armas a la nueva ciudad, el cual es similar al de los escudos de las ciudades castellanas, salvo por algunos elementos indígenas que persistieron tras la caída de los mexicas, como las hojas sueltas del nopal. Sorpresivamente, los ciudadanos rechazaron el nuevo escudo de armas debido a que no se sentían identificados con él. Gracias a esto las autoridades colocaron, en el timbre de dicho escudo, el águila prehispánica y la serpiente.

Este famoso escudo estuvo en peligro de desaparecer por algunas autoridades peninsulares como el famoso  virrey Juan de Palafox y Mendoza, que repudiaba el pasado prehispánico de México y decidió cambiar su ya mítico símbolo, por un Pegaso, animal mitológico considerado por el propio Palafox, como un símbolo mucho más cristiano. No obstante, el pueblo volvió a imponerse y el escudo persistió.

Sin embargo, no se puede hablar de una verdadera insignia nacional, hasta el año de 1821, año en el que México consuma su independencia política de España. Es entonces cuando un personaje poco querido por la historia de México, llamado Agustín de Iturbide, el que proclama de manera oficial la bandera del primer Imperio Mexicano: Los tres colores significativos (verde, blanco y rojo), que representan respectivamente la independencia de la nueva nación, la pureza de la religión católica y la unión entre europeos y americanos. Al centro, se encontraría el águila coronada, posada sobre un nopal para representar al imperio de Iturbide.

A partir de este momento, la bandera de nuestro entonces incipiente país, sufrirá algunas modificaciones de notoriedad menor durante todo el transcurso del siglo XIX, como por ejemplo, la posición del águila hacia la izquierda para identificar a los liberales, y a la derecha para los conservadores; asimismo, representará al segundo imperio, sostenido económicamente por el gobierno francés de Napoleón III. Nuevamente, es coronada el águila mexicana, pero añadiendo esta vez, otro elemento europeo: el escudo de armas de Maximiliano de Habsburgo. Cabe mencionar que, con el gobierno del presidente Juárez, el significado de los colores cambia nuevamente: verde, que significa la esperanza; blanco, que significa la unidad y rojo, que representa la sangre de los héroes nacionales.

Ya en el siglo XX, Carranza decretaría la forma oficial del escudo, sufriendo en esta etapa variaciones casi imperceptibles hasta el día de 17 de Septiembre de 1968, año en el que Gustavo Díaz Ordaz decreta la forma actual de nuestro lábaro.

Desde el 24 de Febrero de 1941, con la inauguración por parte del presidente Manuel Ávila Camacho del primer monumento a la bandera construido en Toluca, se celebra de manera oficial este acto solemne que nos recuerda (o debería recordar) a cada uno de los habitantes de este país, que la bandera es no solo un sello distintivo de nuestro Estado; sino también un reflejo, dentro de cada elemento que la conforma, del pasado político, social y por consiguiente, cultural de nuestra nación. Como todo en México, la bandera es el producto de un sincretismo entre la civilización europea e indígena, principalmente.

La bandera nos recuerda todos los días que nosotros, como pueblo, debemos encarnar los valores que representa, especialmente la unidad y fraternidad, para lograr sobreponerse a las adversidades de todos los días y avanzar como hijos y herederos que somos, de una hermosa nación llamada México.